Un día más.
En mi velador, una rosa color damasco, por las cuales sentía una admiración casi paranoica; la historia de como llegó ahí es, sin duda, la parte más romántica de mi estadía en la casa del abuelo.
Los días con Lucas hacían que mi reloj se detuviera y no existiera más que nosotros, el mar y un bello atardecer. Todo en él era perfecto para mi, su voz, sus ojos, su olor, ese hermoso afán de conquistarme con las cosas pequeñas que la naturaleza nos regalaba.
Ese día, sin embargo, fue distinto a los demás. Lucas quería que conociera a su familia, así que me paso a buscar a eso de las 6 para ir a cenar a su casa. No podía disimular los nervios y claro que se notaba en el temblor de mis manos.
La casa de Lucas quedaba a las afueras del pueblo; aunque él nunca hablaba mucho de su familia supuse que serían personas sencillas, como lo era él. Recorrimos unos 15 minutos en auto hasta que llegamos a una finca con un gran letrero en la entrada que decía"Claro de Luna", de un chispazo vino a mi mente el recuerdo de mi abuela. Cuando tenía 6 ó 7 años, la abuela me enseñó a tocar piano, una de mis piezas favoritas era Claire de Lune de Debussy, en un principio mis dedos torpes se metían donde no debían y salía una nota fuera de pauta, con el tiempo fui mejorando y llegué a participar en varias competencias y conciertos en mi ciudad, pero luego ya no hubo más y de la noche a la mañana dejé de practicar y todo se convirtió en un bonito recuerdo.
Creo que mi cara demostraba TODO el asombro que sentía en ese momento. Era una casa preciosa, casi como de película; blanca y con unos pilares enormes que sostenían un balcón lleno flores.
- Bueno, esta es mi casa.
No podía entender la naturalidad con que Lucas pronunciaba esas palabras, no era una casa, era una ¡MANSIÓN!
- ¿Eres rico?- pregunté aún atónita.
- Yo no, pero mis padres sí. Mi papá es el dueño del centro comercial del pueblo y otras cosas, pero eso no quiere decir que seamos una familia arrogante, como muchas que conozco por estos lados.
Sabía que Lucas estaba siendo sincero conmigo. Si bien lo conocía hace un mes y algo, era tiempo suficiente para saber cuando decía la verdad, se le notaba en los ojos.
En la puerta nos recibió su mamá, una señora muy elegante, de pelo rubio y unos generosos aros de perla que le hacían juego con el collar. Me apresuré a tomar el brazo de Lucas, como una forma de sentirme protegida ante la mirada expectante de su madre.
- Tranquila, todo va a salir bien.
Lucas tenía el poder de tranquilizarme tan solo tomando mi mano y sonriendo. Pasamos al comedor y para mi sorpresa no solo estaban los padres de Lucas en la mesa, también se encontraban sus hermanas, Maggi y Lucy, y un centenar de parientes que nunca pensé que conocería esa noche.
La cena estuvo espectacular, para mi fortuna todos fueron muy amables y me hicieron sentir como en casa. Después del postre Lucas me pidió que lo acompañara a caminar un rato, era una noche perfecta, la luna llena iluminaba el camino mientras hablábamos de lo bien que había salido mi primer encuentro con la familia. Nuestra caminata nos llevó hasta la pérgola de rosas que estaba en el patio trasero de la casa, era hermosa.
- Ha sido una noche perfecta Emi, mis padres quedaron encantados contigo.
- No me lo tienes que agradecer, tu familia es maravillosa. Gracias por dejarme conocerlos, significa mucho para mí.
- ¿Sabes?, quiero mostrarte algo, ven.