Navidad
Las navidades con mi abuelo tienen siempre un toque especial, algo que nos sorprende, nos emociona, algo que hace que esta fecha sea inolvidable.
Este año seremos 5 en la mesa. Es el primer año sin la abuela.
Recuerdo que le encantaba la Navidad, se esmeraba en planificar cada detalle, desde que adornos debía llevar el arbolito hasta los cubiertos para la cena de Noche Buena. Pero lo que más me gustaba compartir con ella en estas fechas, era la tarde de Víspera de Navidad, nos encerrábamos en la cocina por horas preparando el tradicional pavo al horno, un pastel de manzanas exquisito y por supuesto el infaltable cola de mono; mientras nos deleitábamos degustando cada una de nuestras creaciones podíamos hablar como grandes amigas, la abuela sabía todo lo que me pasaba. TODO. Eso es algo que en este preciso momento añoro con todas mis fuerzas, la abuela habría sido la primera en saber de aquel encuentro con aquel extraño en la playa. Extraño sus consejos, sus comidas, sus inolvidables historias. La extraño.
Esta Navidad se siente algo apagada, sin duda que todos lo notamos, pero nos esforzamos por esquivar los recuerdos y seguir adelante.
La hora de los regalos es siempre una especie de ritual, este año le toca a mi papá repartirlos, el primero es para el abuelo, un set completisimo de accesorios para su nueva y reluciente pipa, claro que es un regalo muy malo, según yo, porque el abuelo no dejará su antigua y roñosa pipa de los años 40 por nada del mundo, todos lo sabemos.
Para mi llegó un libro sobre tortugas, regalo del abuelo. El sabe el amor que le tengo a esas criaturas, me encanta la manera en que se mueven, como crecen y como se adaptan a terrenos completamente desconocidos. Sin duda, el regalo perfecto.
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